IA y Ética: Navegando en los desafíos de la era tecnológica

Ene 19 2024
IA y Ética

La Inteligencia Artificial (IA) está transformando todos los aspectos de nuestra vida, pero su avance plantea desafíos éticos y regulatorios significativos que no dejan a nadie indiferente.

Este artículo explora estos desafíos, destacando ejemplos reales y discutiendo las potenciales consecuencias de la regulación en este campo. Además, actualizaremos información desarrollando cada desafío. Pero antes empecemos por la base.

¿Qué es la ética en la IA?

La ética en la IA se refiere a los principios morales y las directrices que gobiernan el uso y el desarrollo de sistemas de inteligencia artificial. Estas normas buscan asegurar que la tecnología se desarrolle y utilice de manera responsable. Por eso la ética de Inteligencia Artificial, está íntimamente unida a la regularización de la misma y la creación de un marco de ley, prácticas y recomendaciones consensuado y conjunto.

No es de extrañar que la unión Europea, y sus países miembros estén a la carrera de la regularización de esta tecnología, dado los grandes impactos que se prevén de la misma, muchos de ellos grandiosos, pero también con consecuencias que deben anticiparse y evitar, consecuencias que ya hoy estamos viviendo.

Sesgo heredado de los algoritmos

La IA, alimentada por datos humanos, puede heredar y amplificar sesgos preexistentes, llevando a decisiones discriminatorias. Lo que conlleva el potencial de perpetuar y amplificar los sesgos existentes.

Estos sesgos pueden manifestarse en áreas como la contratación laboral, donde algoritmos pueden favorecer a ciertos grupos sobre otros basándose en datos históricos.

Un ejemplo claro es el sistema de reclutamiento de Amazon, que mostró sesgo contra las mujeres y su contratación.

Sistemas de armamento autónomos

La posibilidad de realizar ataques sin supervisión trae serias preguntas éticas sobre la guerra y el uso de la fuerza. Los drones militares inteligentes, por ejemplo, han sido objeto de debate debido a su capacidad para realizar ataques con poca supervisión humana, tal como está ocurriendo en la guerra de Ucrania y Rusia, donde se han convertido en uno de los principales armamentos. En este ejemplo se perpetúa los avances tecnológicos relacionados tristemente con la guerra a costa de las vidas humanas, con sin duda las implicaciones éticas y morales que ello conlleva.

La nueva ley europea de IA busca mitigar estos riesgos exigiendo transparencia y equidad en los sistemas de IA.

Vigilancia indiscriminada de los ciudadanos

Con la IA, la vigilancia se ha vuelto más omnipresente y sofisticada, planteando riesgos para la privacidad individual. Un caso notable es el uso de tecnologías de reconocimiento facial en China, que han generado preocupaciones sobre el seguimiento y control de la población hasta niveles insospechados.

También esta es una de las regularizaciones que en el nuevo marco legal europeo se están atajando para minimizar su impacto sobre la privacidad y libertad de los ciudadanos.

Gestión del control de los sistemas

Determinar quién controla y supervisa los sistemas de IA es un gran problema, con difícil resolución. La falta de claridad en la gestión y control de estos sistemas puede llevar a abusos o malentendidos, como se ha visto en incidentes donde los vehículos autónomos han estado involucrados en accidentes, como fue el caso del coche autónomo de un Cruise que perpetró un atropello.

Aumento de la desigualdad

Al igual que ocurría con La Revolución Industrial, que marcó una transición dramática de sociedades agrícolas y artesanales a sociedades industrializadas y mecanizadas, la revolución de la IA puede aumentar la brecha socioeconómica La automatización puede reemplazar trabajos, afectando desproporcionadamente a los trabajadores menos cualificados.

La "digitalización" del empleo es un ejemplo, donde las habilidades tecnológicas se vuelven indispensables, dejando atrás a quienes no las poseen. Un ejemplo de ello es la robotización de las cadenas de ensamblaje de vehículos como es el caso de BMW, desplazando a los operarios que solían realizar estas tareas y obligados a buscar una nueva forma de ganarse la vida, lo que no en todos los casos, como puede ser por edad, será en absoluto sencillo o viable.

Falta de responsabilidad por los resultados de sus acciones

La IA plantea desafíos en términos de responsabilidad. ¿Quién es responsable cuando un sistema de IA toma una decisión incorrecta o dañina? La controversia alrededor de los accidentes de vehículos autónomos de UBER, como hemos visto anteriormente, o de Tesla, es un ejemplo de la complejidad de atribuir responsabilidad.

Cuando un vehículo autónomo está involucrado en un accidente, es difícil determinar quién es responsable. ¿Es el conductor, que quizás no estaba prestando atención debida a pesar de estar en control del vehículo? ¿Es el fabricante del vehículo, por posibles defectos en el software de IA? ¿O es el propio sistema de IA?

La complejidad de los sistemas de IA hace que sea difícil entender y explicar por qué se tomaron ciertas decisiones, lo que complica aún más la atribución de responsabilidad.

Generación de desinformación convincente, ciberdelincuencia

El uso ilícito de la IA está creando información falsa convincente, como los "deepfakes", que son cada vez más difíciles de detectar. Esto plantea grandes problemas para la integridad de la información y la comprobación de la veracidad de la información, creando un panorama de desinformación muy desalentador, en el que las personas y usuarios se convierten en medios de difusión y viralización de deepfake con las grandes repercusiones sociales que puede conllevar.

Además, la ciberdelincuencia se ha vuelto más sofisticada con el uso de la IA, utilizándola creativamente para nuevas estafas muy creíbles, siendo muy complejas de detectar como fue el ejemplo de ello es en 2019 cuando un empleado de una gran empresa energética de UK, creyó ser contactado por su CEO a través de una llamada telefónica con la voz del ejecutivo, en la que le pedía que hiciera una transferencia económica superior a 200.000 libras.

Para concluir con este primer artículo sobre como la nueva era de la Inteligencia Artificial presenta un panorama complicado de balancear, donde las maravillas tecnológicas coexisten con preocupaciones éticas y regulatorias.

Desde sesgos en algoritmos hasta cuestiones de privacidad y responsabilidad, nos enfrentamos a una realidad donde cada avance trae consigo cuestiones críticas. Confrontar los dilemas de la IA necesita que se armonice la innovación tecnológica con consideraciones éticas, garantizando así un progreso sostenible y consciente sabiendo que va ser un constante evolutivo y a velocidades vertiginosas.

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Berta Molina


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